jueves, 14 de octubre de 2010
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Recoges las hojas que deja el otoño a tus pies, lees su historia antes de que regrese el viento.
Ladra un coche para advertirte de su presencia.
El entra con los brazos abiertos al cuerpo del silencio y bordea tu hombro para no perderse.
Retrocedes un paso en la arena, le dices:
- espero con la llegada de la ola un nuevo camino de espuma.
Aúlla su dibujo sobre tu folio en blanco,
y le suplicas al sol que se arrodille ante vosotros para acariciar su ocaso.
Todo dios puede equivocarse, creerás, predijo tres veces antes de marcharse.