jueves, 21 de octubre de 2010


Las nubes regresan a la ciudad, todos tienen sed.


Se amontonan en los bares, traen extraños sonidos de hojalata a mi espalda,


y sus corazones gastados suspiran por el vital latido de las copas.


Algún amor crece al otro lado de la barra, desfallece con una sonrisa apurada.


Alzas tu mano hasta donde guardo mi secreto alado,


se cobija al abrigo de una ilusión que se deshace como el hielo.


Y te desangras con las luces que me ven temblar.


Porque en la canción que se repite, existe un movimiento silencioso de huida,


la mirada nocturna me devuelve huérfano a casa.





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