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La flor de tu lengua se marchita con la rabia del beso seco de la tarde.
Esperas la llegada del camión de la basura, pasa a la misma hora todas las noches.
Y por la mañana, bostezarán en otra boca los desperdicios de tu jardín.
Pierdes la última palabra en un laberinto de excusas, si a la salida se encuentra ella.
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